La
estancia de Goya en Zaragoza durante la Guerra de la Independencia
dejó una profunda huella en el artista al enfrentarle directamente
con las terribles consecuencias de esa lucha cruel, la cual duro
cinco largos años y fue una de las matanzas más atroces conocidas
en el continente. Francisco de Goya, escéptico ante las
justificaciones de la guerra y lejos apoyar con sus obras a alguno de
los bandos contendientes, muestra el rostro más oscuro de la guerra,
el de los muertos y sus asesinos, el de los indefensos y sus
prepotentes violadores, el de los que padecen y el de los que
disfrutan con el padecimiento ajeno. En la Guerra de la
Independencia, como en toda guerra, la falta de razón y los
intereses del poder sembraron España de víctimas inocentes. La
sensibilidad de Goya ante estos acontecimientos produjo no sólo su
mejor serie de estampas, sino una gran reivindicación contra la
violencia en sus diferentes formas, que no reconoce justificación
alguna, y que gracias a la maestría técnica de Goya permite al
espectador contemplar imágenes de guerra. La genialidad de la obra
de Goya no reside en su perfección técnica, sino también por la
enorme distancia que la separa del resto de la producción artística
del momento. Frente a las imágenes heroicas, Goya presenta la
violencia y la muerte en sus más puras expresiones. Las obras de
Goya de contenido bélico no muestran a los héroes militares o
populares que lucharon contra los franceses conocidos gracias a las
publicaciones y a las galerías de retratos ampliamente difundidos en
la España de su tiempo. Ni tan siquiera nos presentan hechos
concretos en lugares determinados. Por el contrario Goya nos muestra,
partiendo de acontecimientos reales, la esencia de los mismos, la
representación universal del heroísmo, la brutalidad, el hambre, la
desesperación, la destrucción, pero sobre todo la muerte.
Terminada
la guerra de la Independencia, en marzo de 1814 recibía Goya del
gobierno de la Regencia el encargo de perpetuar, pasándolas al
lienzo, las más notables acciones de la heroica contra las tropas
napoleónicas. Los frutos de esta iniciativa fueron dos obras que han
sido consideradas lo mejor de su producción: el lienzo Dos de mayo,
conocido también como La carga de los mamelucos y el titulado Los
fusilamientos del 3 de mayo.
En
La carga de los mamelucos el lienzo plasma de modo magistral toda la
violencia del estallido popular del Dos de Mayo en respuesta a la
llamada contra el invasor. Este cuadro se centra en la lucha del
pueblo sobre las tropas africanas (mamelucos) que acompañaron a los
franceses, consigue evocar la antigua violencia española contra el
moro, que sin duda hubo de contar en aquellos violentos momentos.
Mientas
tanto Los fusilamientos de 3 de mayo puede ser considerado uno de los
cuadros de temática histórica más dramáticos de toda la historia
del arte. La intensa pasión que inspira la composición consiguió
que este lienzo fuese más que un recordatorio de un hecho concreto,
y mucho más también que un simple manifiesto fruto del patriotismo
del autor. El pintor, llevado por la intensidad dramática de los
hechos que narra, supo expresar y representar la violencia de la
guerra de independencia, la crueldad del hombre para el hombre y a su
vez el deseo de libertad.
La Carga de los Mamelucos de Goya. Los Fusilamientos del 3 de Mayo de Goya
BIBLIOGRAFÍA:

